Punto de com a

martes, noviembre 11, 2003

Herencia podrida de Maquiavelo y de Hobbes


Mientras permanezca la desconfianza permanecerá también latente la amenaza del maquiavelo que todos llevamos dentro.

Desconfianza fundada en el miedo no sólo a uno mismo sino a los demás. Recordemos que Hobbes, un miedoso de primera, inventó a un monstruo para que lo cuidara de sí mismo arguyendo que el hombre era el lobo del hombre. La pregunta es si ¿realmente el hombre es el lobo del hombre o si nadamás los hombres lo creyeron porque les pareció posible que lo fuera? ¿tememos a los demás o tememos a nosotros mismos? ¿Porqué el oráculo de Delfos decía "conócete a tí mismo"? ¿No sería porque es la única manera de no temerse? Generalmente se teme a lo desconocido y si no conoces bien al otro, pues la alternativa más fácil es temerle. ¿Nos conocemos a nosotros mismos? O mejor aún ¿te conoces a tí mismo?

El hommo homini lupus es un supuesto que posiblemente encuentra fundamento en el dilema del prisionero famoso del equilibrio de Nash famoso de la teoría de juegos famosa. En éste dilema famoso dos delincuentes son arrestados por un crimen que, en connivencia, cometieron; el captor los coloca en celdas diferentes y plantea a cada uno tres posibilidades por demás interesantes con un resultado aún más interesante y divertido: 1) si confiesas y te declaras culpable del crimen que sabemos cometiste, tan sólo te daremos 5 años de cárcel; 2) si te declaras no culpable y tu compañero confiesa, te daremos 10 años de cárcel; y 3) si no confiesa ninguno entonces hoy mismo pueden retirarse libres de cargos a sus vidas. El curioso resultado de esto es que ambos confesarán para obtener sólo 5 años de cárcel en lugar de los 10 que supone el no confiar plenamente en el cómplice. Algo como eso es el equilibrio de Nash. Posible por la información imperfecta. Posible porque el interés supuestamente tiene pies.
¿Será posible demostrar lo contrario y realmente apelar a la compasión, es decir del dar sin esperar nada a cambio? ¿Qué pasaría si se pensara en dos prisioneros inmunes al dilema, dos prisioneros que verdaderamente confían en sí mismos y entre sí? El dilema estaría superado y ambos optarían por la opción "2", que es la que los deja libres a ambos, entonces la autoridad tendría que pensar en nuevos métodos para desprender confesiones a los culpables, además de que aprendería la lección de que contra la confianza no hay nada qué hacer. La lección de la confianza podría llevarse entonces a las instituciones y, poco a poco nos iríamos acostumbrando a confiar los unos en los otros, poco a poco los que cometen crímenes serían menos porque siempre alguien confío en ellos y ellos confiaron así que no hubo necesidad de infringir.

Ya todo ha sido dicho en distintos tiempos. No hay nada nuevo bajo el sol porque todos sabemos de lo que somos capaces y de lo que no. Pala, por ejemplo, la Isla que imaginó Aldous Huxley, es posible si fue posible en la imaginación. Somos pensamiento.

El problema, que nos lleva de regreso a la desconfianza, es que hoy por hoy siguen abundando los distopistas en potencia que se mofan de lo que consideran utópico, por falta de confianza dudan y con esa duda perpetúan el antagonismo del mundo que se repite ad nauseam. Pero qué bien que existan tanto el día como la noche y que exista también un Ying y un Yang. La misión quizás está en buscar y en encontrar un equilibrio, no en intentar que prive uno negando al otro como, según hemos visto en la historia y en la imaginación, suelen intentar hacer los distopistas más famosos de los que tenemos memoria, léanse Hitler, Stalin, Pinochet, Osama Bin Laden y el mismísimo George w. Bush.

La cuestión es que, al parecer, mientras se siga pensando en que hay un enemigo lobesno al cual aplastar nos seguiremos aplastando a nosotros mismos.