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miércoles, abril 09, 2003

Bodas de María y Aristóteles

De cómo María Montessori retoma el érgon de Aristóteles, entendido como esa actividad racional que determina la función o actividad característica de cada uno(a). De cómo el compromiso con la verdad necesita ir acompañado de la acción que la evidencie. Y sí, sin duda la contemplación es lo más sublime (aunque es inconmensurable), pero la acción será esa. La contemplación en sí es una acción y de ella pueden o no desprenderse más nuevas acciones, muchas de ellas, quizás, con resultados concretos y tangibles como los que comunmente esperamos de las acciones.

La filosofía Montessori que vemos materializada en las escuelitas que pululan por ahí, esas que todos hemos escuchado nombrar en alguna ocasión de esta modernidad, es acción pura, acción formativa del caracter. Aristóteles retumba todavía en los ruidos de nuestra actualidad y ya no sé qué más decir de todo este reventón marital. Sí creo en Montessori y en su legado, sobre todo para enseñarnos a medir las consecuencias de nuestros actos y en encontrar el érgon de cada quien. Sin embargo Aristóteles es un pragmático infiel que quizás terminó rayando en su temida akrasía, o esa debilidad de la voluntad que orilla a quienes la padecen a optar por lo peor cuando bien saben qué es lo mejor.

En suma: haciendo ejercicio y manteniéndose o poniéndose buenotes, los matrimonios duran y mantienen viva la famosa llama del deseo, que bien puede también mantenerse sin el ejercicio, aunque se presenta más común que suceda si se matniene contento al ojo, al menos al masculino. Con trabajo se logra mucho, menos la capacidad para disfrutar de sus frutos. En fin.