Punto de com a

miércoles, febrero 16, 2005

El ataque de los carcelómanos

Hay que tener cuidado porque las palabras aprisionan, jamás hay que olvidar que existe mucho más de lo que se puede decir con palabras (ya bien lo había advertido Wittgenstein en su Tractatus: "De lo que no se puede hablar hay que callar").

Sin embargo las palabras no son una cárcel inescapable, siempre existe el guardia dormido al que se le roben las llaves de la celda, el pasador abre cerraduras, el grupo de secuaces que arrancan los barrotes desde afuera, la puerta que se dejó abierta, en suma la posibilidad de escape que otro escritor habrá de encontrar para liberar ideas, sensaciones o que sea que estaban presos, aunque sí, quizá para meterlos en otra nueva cárcel hasta que algún otro escritor las libere. Caray, vaya que los humanos tenemos una curiosa tendencia a la cárcel, somos algo así como carcelómanos.